

Por: Alejandro Rojo Vivot
“Es una herramienta que funciona como un arma, sobre todo cuando la gente no tiene sentido del humor. Son muy pocos los políticos que tienen sentido del humor. Y cuando digo sentido del humor me refiero a que se rían de sí mismos, no que se burlen de los demás”. (1) Ricardo (Liniers) Siri (1973)
Lo pequeño, en muchas culturas, está considerado delicadamente de calidad mientras que lo contrario puede ser observado como grosero, irrelevante, masificado, etcétera.
Ciertas cuantiosas fortunas de algunos empleados públicos llegados por la política se inscriben en una categoría superior.
Por eso los actos multitudinarios de varios políticos con sesgos autoritarios que buscan perpetuarse en el poder amañando normas, mediantes dádivas y entregando cargos públicos sin concursos de idoneidad, son poco relevantes aunque parezcan rutilantes fuegos artificiales.
La actividad política es absolutamente constitucional y debe ser promovida a rajatabla; son iniciativas privadas con fines públicos reguladas por normas públicas.
En síntesis, las manifestaciones políticas frecuentemente tienden a la cantidad mientras el convencimiento cabal de los participantes, muchas veces, es menos valorado; lo importante es que estén y sea fotografiados así podrán ser publicados.
Para algunos, reunir cien personas les da más razón que si son treinta. Allá ellos.
LO SUSCINTO ES MÁS EFECTIVO
Un chispazo humorístico posee un enorme valor para el cumplimento de su cometido.
Todo lo contrario son los muy prolongados, los desatinos como los discursos autorreferenciales o de sus parientes próximos o los que degradan homenajes intercalando disputas de palacio.
Otra gran división del humor es el que causa gracia por una situación descripta y el que lo logra a partir del juego de palabras.
Estos últimos son producto de un acabado dominio del lenguaje, presentando serias dificultades para la universalización por la traducción.
Dentro de la clasificación del humor según su estructura, hay que incluir al denominado absurdo, que es una reacción ante el racionalismo y, aunque se encuentran vestigios en épocas más distantes, surge con claridad con el surrealismo y el existencialismo.
El escritor y editor rioplatense Eduardo Stilman (1939-2011) afirmó al respecto, “el absurdo humorístico lanza a la acción todas nuestras defensas mentales y conjura una lógica más aguda, una sensatez verdadera, capaces de percibir la coherencia sutil del disparate y la milagrosa poesía de lo insensato”. (2)
AQUEL
Aquel anciano corrupto había cumplido con los tres mandatos vitales: tuvo hijos que todos le sirvieron de testaferros, escribió un libro modelo de contabilidad venal y plantó un árbol sobre los enterrados bolsones de dinero mal habido.
Aquel hombre nunca le importaba como el peluquero le cortaba el pelo; su única condición es que siempre lo hiciera en silencio.
Aquel delincuente nunca más tuvo problemas con la ley pues cuando permaneció preso comprendió cual es la forma eficiente de coimear a algunos policías, políticos y magistrados como silenciar a ciertos periodistas.
Aquel librero se hizo millonario vendiendo libros sobre distintos casos de corrupción.
Aquel charlatán podía ser así pues ya no escuchaba a nadie.
Aquel hombre solamente conversaba mediante sus monólogos.
Aquel hombre sándwich tuvo que cambiar de trabajo cuando le subió mucho el colesterol.
Aquel vendedor de espantapájaros cuando se fundió y se dedicó exitosamente a comercializar pajareras.
Aquel perro salchicha le gustaba la mostaza.
Aquel jurista sabe que las leyes no saben del corazón ni de la razón, cuando está contratado un buen abogado.
Aquel insensato, sin darse cuenta, sentó cabeza hasta que cayó en la cuenta e imprudentemente se puso en pie.
Aquel verborrágico ni él mismo se creía lo que decía pero lo aparentaba muy bien.
Aquel periodista decía siempre la verdad por eso era empleado en un quiosco de revistas.
Aquel piloto aéreo aterrizaba con seguridad, aún en medio de feroces tormentas, pero los problemas comenzaban cuando llegaba a su casa.
Aquel hombre casi único murió de muerte natural mientras que la mayoría de los seres humanos fallecen de hambre, en accidentes viales, entraderas bancarias, gatillo fácil, secuestros, inundaciones, morbilidades evitables, situación de calle, paupérrimas jubilaciones, etcétera.
Aquel guardaespaldas cuando estaba de guardia pasiva jugaba al solitario para matar el tiempo.
Aquel cabeza dura fue un buen testaferro.
Aquel meteorólogo, al menos, era bueno para acertar en la Lotería.
Aquel hombre simple se preguntaba por qué los políticos de la oposición no hicieron lo que postulan cuando fueron oficialismo.
Aquel matafuego nunca fue utilizado pero siempre ocupó un lugar importante.
Aquel militar fue extremadamente degradado, volviendo al preescolar.
Aquel joven disruptivo se preguntaba por qué se celebra el día del padre o de la madre cuando los hijos les dicen papá o mamá.
Aquel recién fallecido estaba feliz pues le estaban preparando un entierro magnífico.
Aquel montañista escaló socialmente hasta que se desbarrancó.
Aquel hombre se llevaba muy bien con sus cuñados, no tenían negocios en común.
Aquel matafuego fue condenado por asesinato en grado.
Aquel antiguo parroquiano afirmaba que hay que dudar de los peluqueros que no conversan todo el tiempo.
Aquel matrimonio estaba casi acabado, ya ni discutían.
Aquel hombre hacía el bien sin mirar a quién, hasta que le recetaron anteojos.
Aquel pordiosero era ateo.
Aquel hombre analfabeto cultivaba flores aunque no había ni hecho el jardín de infantes.
Aquel sinvergüenza era pudoroso.
Aquel abogado en su jardín solamente se ocupaba de los helechos y en los estrados de los hechos.
Aquel cesto contenía cinco papeles que cuatro mujeres le arrojaron en tres oportunidades por dos razones; vaya uno a saber cuáles fueron.
Aquel práctico de puerto marítimo era un arribista.
Aquel felpudo nunca pudo levantar cabeza, terminó sus días como trapo de piso.
Aquel compositor sinfónico se quedó sin voz.
Aquel libretista de teleteatros cuando discutía con su señora se quedaba sin argumentos.
Aquel verdugo cuando no cortaba cabezas plantaba ajos así siempre mantenía su ocupación.
Aquel músico vanguardista en las fiestas siempre daba la nota.
Aquel joven creía que a los boxeadores se les decía caraduras.
Aquel crítico de arte sincero siempre hablaba a calzón quitado, era nudista.
Aquel hombre de muy baja estatura tenía un enorme complejo de inferioridad.
Aquel político venalmente supino siempre dormía boca arriba ante el temor que alguien le hiciese a él lo que él constantemente hacía con el pueblo.
Aquel orador sostenía que peor que hablar con la boca llena es hablar con la cabeza vacía.
Aquel pobre hombre es infeliz e inmensamente rico.
Aquel inconformista crónico decidió superar su problema escribiendo su autobiografía y le salió un libro de quejas.
Aquel burócrata se creía superior al ejercer arbitrariamente su poder del escritorio cuando, en definitiva, se estaba degradando como persona.
Aquel portero en Navidad únicamente hacía explotar rompeportones.
Aquel actor estaba cansado que por su aspecto físico pues únicamente lo contrataban para representar asesinos o policías.
Aquel psicólogo sabía mucho de la mente y poco de la vida.
Aquel intelectual trabajaba todo el día en sus especulaciones filosóficas por lo que tenía poco tiempo para pensar.
REFERENCIAS
1) Liniers. “El humor me vincula a la infancia”. Comunidad. PAMI. Buenos Aires, Argentina. Mayo de 2022.
2) Stilman, Eduardo. El humor absurdo. Editorial Brújula, página 11, Buenos Aires, 15 de diciembre de 1967.