viernes 26 de julio de 2024

Opinión | 7 abr 2024

Rumbo a la entrega de la soberanía


Por: Gonzalo Benito Zamora

La política exterior está cargada de gestualidad y es quizás la cara más artística, en el sentido profundo del concepto, de hacer política. Se dice por ahí que alguna vez el general Juan Domingo Perón dijo que las relaciones internacionales son la verdadera política y que la interior era simplemente de cabotaje.

Es cierto también que la mayoría de las naciones, por no decir absolutamente todas, suelen hacer política exterior pensando en el efecto que causarán fronteras adentro. En otras palabras, lo que un presidente decide hacer en su relación con otros países está estrechamente vinculado con el rédito interno, su electorado, el efecto que puede causar en la sociedad que lo eligió para gobernar.

Aun así, las relaciones internacionales son un arte que se emplea con gestos. Podría decirse que la frase “a buen entendedor pocas palabras” está hecha a la medida de quienes ejercen tareas diplomáticas. Por supuesto, que a lo largo de la historia se encuentran muchísimos ejemplos de embajadores, ministros o mandatarios que no han sabido hacer uso del arte diplomático y, muy por el contrario, han tenido manejos más bien burdos.

En ese segundo grupo podemos inscribir al presidente argentino Javier Gerardo Milei. El último episodio que los argentinos hemos tenido que presenciar es a todas luces un ejemplo de la forma barbárica de administrar las relaciones internacionales. No es el primero, ya que antes hemos visto el papelón en el Foro Económico Mundial, prácticamente tratando a los dueños del mundo y a las principales naciones de occidente de haberse dejado envenenar con ideas comunistas, feministas y ambientalistas. En ese mismo contexto cometió el gravísimo error de mantener una reunión bilateral con el canciller británico David Cameron, en vez de delegar esa tarea en Diana Mondino (Cameron le devolvería la buena señal viajando un mes más tarde a las Islas Malvinas) y días previos al viaje relámpago a Tierra del Fuego pudimos observar el fuerte cruce con Colombia y México.

El último episodio representa a todas luces la total y absoluta sumisión de Argentina frente a la política exterior de Estados Unidos, la única potencia que no se ha expresado acerca de la soberanía argentina en Malvinas, y principal aliada del Reino Unido en la OTAN. Hablamos de un primer mandatario que decidió tomar un avión (técnicamente lento, además) para viajar 3.000 kilómetros a visitar a la jefa del Comando Sur de Estados Unidos dentro de las propias fronteras que él gobierna. Una funcionaria de bajo rango, si se lo compara con un presidente, y con quien además iba a entrevistarse al día siguiente. ¿Para qué viajó entonces Javier Milei a Ushuaia, en un vuelvo que duró 12 horas idea y vuelta? ¿Cuál fue el objetivo de encontrarse con Laura Richardson durante poco más de una hora? ¿Era necesario llevar adelante un encuentro en horas de la madrugada?

La única respuesta posible es la entrega de parte de nuestra soberanía. Es un mensaje contundente, para nada sutil, de que Argentina se alinea visceralmente con la política exterior norteamericana. Y aunque el Gobierno Nacional intente disfrazar esta decisión con una supuesta hipótesis de que Estados Unidos va a realizar un viraje en su histórica posición respecto de Malvinas, el resultado en ese aspecto será totalmente nulo.

Y a quienes han visto que la reunión de Milei con Richardson es comparable a la que tuvo la ex vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner en 2022, habría que preguntarles cuáles fueron los efectos concretos de ese encuentro. Qué expresiones a favor o en contra de Estados Unidos tuvo Kirchner durante el mismo. Qué tipo de concesiones hizo la Argentina a partir de esa reunión. La única respuesta es ninguna.

 Finalmente, no es menos importante poner de relieve que fue Richardson quien solicitó un encuentro con quien era vicepresidenta por aquel entonces y que la entrevista se produjo en el despacho de quien ostentaba la máxima autoridad entre las partes y, dato no menor, la representación de la Nación Argentina.
No todo es lo mismo, ni se pueden transpolar situaciones de cualquier manera. En simultáneo con el encuentro de Kirchner y Richardson la Argentina implementaba una política de desarrollo soberano para el Atlántico Sur con el anuncio de construcción de una Base Naval Integrada y un Polo Logístico Antártico en la península de Ushuaia, una guarnición conjunta en el municipio de Tolhuin y la construcción de un nuevo buque logístico polar.

CHINESE DEMOCRACY

Otro asunto que se inmiscuye directamente con la avanzada norteamericana en Argentina es el aumento de la presencia de la República Popular China en nuestro país. Es innegable que el país asiático incrementó notablemente el intercambio de bienes y servicios, las inversiones y la diplomacia con nuestro país. Pero lo hizo en la misma medida e intensidad que con el resto de los países del mundo.

China ha crecido vertiginosamente en los últimos 20 años y ya es posible decir que se trata de la principal economía del mundo. Sin embargo, aquí lo que se pone en discusión es la influencia que Estados Unidos y China desean tener sobre el Atlántico Sur. Allí podríamos enumerar al Estrecho de Magallanes, el Pasaje de Drake, el acceso al continente antártico y a todos los recursos naturales existentes en la zona. Frente a ese panorama, construir una relación de mutuo respeto, de independencia y soberanía es fundamental para la Argentina.

No se trata de doblegarse ante ninguno, sino de implementar una diplomacia que propicie la salvaguarda de nuestros intereses soberanos. Entonces si el gobierno libertario desea detener una hipotética política pro-china, que se vendría aplicando en el gobierno anterior, lo primero que podría hacer es documentar esas acusaciones, porque tanto el puerto multipropósito del que se habla, como la “base militar secreta” en Neuquén, están más relacionadas a noticias falsas que a datos reales y concretos. Por otra parte, lo segundo que debería hacer es llevar a cabo una política pro-argentina. Permitir el ingreso de los norteamericanos frente a la hipótesis de frenar el progreso de los chinos no suena muy consistente.

Una política de tercera posición es lo que hace falta.

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