

Por: Alejandro Rojo Vivot
“El alma de la democracia hace rato que fue vaciada de su marco de valores, y entonces, el proyecto ético de construcción colectiva para garantizar acceso a la dignidad humana se convirtió, en muchos casos, en un proyecto moral, donde las reglas las fija quien reúne poder, beneficiando a un segmento de la sociedad y excluyendo al resto; y en otros, en un alma vendida al delito y la violencia”. (2)
Carlos March
¿Somos democráticos en nuestra conducta diaria? ¿Cómo actuamos en los conflictos ya sean en el vecindario, lugar de trabajo, espacios deportivos, transportes públicos, en la vía pública, etcétera? ¿La transparencia que exigimos a los demás la practicamos también como un valor inexcusable? ¿Buscamos velar la mayor cantidad de cuestiones en el específico derecho a la intimidad, solamente para guarnecernos evitando traslucir lo público de lo privado? ¿Cumplimos con las normas y exigimos lo mismo de los demás? ¿Ejercemos y alentamos la convivencia simétrica en los ambientes donde nos desarrollamos? ¿Fundamos nuestras opiniones cuando las expresamos a otros y escuchamos los demás puntos de vista procurando comprenderlos, aunque lejos estemos de adherir a los mismos? ¿Somos capaces de recocer oportunamente nuestros errores? ¿Mantenemos los acuerdos hasta que finalizan o sean revisados por los que participaron en la decisión anterior? ¿Estamos plenamente convencidos de que la autoridad legal y la legitimidad son dos cuestiones bien distintas y estrechamente necesarias? ¿Suponemos que consultar menoscaba la responsabilidad de conducir? ¿Callamos complacientemente? ¿Reconocemos el valor del derecho humano de expresar las opiniones? ¿Nos capacitamos para acrecentar la eficiencia y favorecer la innovación social?
AQUÍ Y AHORA
Sin duda, tenemos ingentes y disímiles oportunidades de ejercer la Democracia tanto como valor como manera de comportarnos en las instancias que interactuamos, ya sea en el discurrir de las horas habituales como cuando se suscitan controversias, situaciones infrecuentes o imprevistas, contingencias graves como grandes cortes de energía eléctrica, condiciones climáticas adversas, huelgas en el transporte, ineficiencia de los poderes públicos, etcétera.
Asimismo, muchas veces, a las asimetrías las podemos equilibrar o, al menos, menguar todo lo que sea posible: emplear términos cabalmente comprensibles por los destinatarios, escuchar a los demás y verificar el entendimiento mutuo, buscar consensos todas las veces que sea posible, contribuir a la creación de confianzas inclusive con quienes nos diferenciamos notablemente y, llegado el caso, ejercer la autoridad propia o conferida cuidando esforzadamente la condición humana de quienes obedecen.
Aunque a algunos no les convenga Argentina es democrática federal republicana. Cada poder público es independiente uno del otro con competencias bien diferenciadas, sin poder entrometerse en donde no están facultados.
Cada una de las autoridades posee funciones y responsabilidades bien limitadas jurisdiccionalmente.
La violencia y el atropello a las libertades individuales son el camino inverso a la democracia pluralista y a la Declaración Universal de los Derechos Humanos (NU, 1948).
El autoritarismo y el pensamiento único del vamos por todo tienen tránsito acotado a la capacidad del menoscabo, el empobrecimiento poblacional, la corrupción con el desvío del dinero aportado por los contribuyentes, los continuismos y el nepotismo en el poder, etcétera.
Las cartas orgánicas redactadas y aplicadas con el concurso cotidiano de los vecinos, contribuyen a la calidad de vida de las comunidades propendiendo al desarrollo integral.
El altanero griterío de algunos, pueden desconcertar y atemorizar en un primer momento por su sinrazón, aunque sea ineficiente en cuanto al progreso individual y social.
TAMBIÉN
Los respectivos ámbitos familiares son oportunidades extraordinarias para el aprendizaje, la práctica y el desarrollo de la democracia como modo de vida que, sin duda, se enriquecerá y desenvolverá en otras instancias como las educativas, deportivas, en el barrio, el trabajo, el voluntariado, etcétera.
Y, por favor, recordemos que la Democracia poco tiene que ver con el asambleísmo exacerbado, el cuestionamiento continuo de todo, la anarquía de los roles difusos como tantas otras cuestiones similares o equivalentes. La distorsión jamás debe menoscabar al valor y la práctica; incluyendo los eventuales errores, se construye en espirales ascendentes con sus muy diversos matices.
En el desempeño laboral la Democracia contribuye en mucho a la calidad de los resultados, significa valorizar efectivamente a la condición humana, coadyuva al desarrollo individual y colectivo que redundará positivamente.
La producción, el comercio, el ejercicio profesional y técnico o el llevar adelante tareas sencillas, están imbuidas de sus respectivas artes y habilidades como de la impronta humana que les transferimos.
ADEMÁS
El autoritarismo, el continuismo, el nepotismo, el amiguismo con dineros aportados por los contribuyentes y el menoscabo están en las antípodas de la Democracia y nulo valor agregan a todos los procesos donde los seres humanos están involucrados.
¿Es posible la Democracia de calidad en la vida institucional pública sin su específico correlato en el quehacer cotidiano de cada individuo y del conjunto? ¿Aprendemos a ser democráticos cuando comenzamos a votar representantes y autoridades? ¿Los valores predominantes en las familias influyen notoriamente en las conductas humanas?
El ejercicio, la práctica, el ensayo y el error, la reflexión y el conocimiento que vamos adquiriendo en los momentos y formas oportunos, constituyen la pedagogía que nos hace autónomos y responsables.
Circunscribir a la Democracia a los sistemas y actos electorales es una perspectiva absolutamente limitada y, entre otras, una postura funcional a los intentos hegemónicos que enarbolan pensamientos únicos denostando la diversidad propia de cada mujer y hombre.
La Democracia cotidiana inexcusablemente es necesario animarnos a practicarla con la fuerza del viento en un mar vasto y henchido de oportunidades, en cada comunidad con habitantes orgullosos de pertenecer.
NOTAS Y REFERENCIAS
1) Alejandro Rojo Vivot Coautor del libro Ciudadanía, territorio y desarrollo endógeno. Editorial Biblos y Universidad Nacional de la Patagonia Austral.
2) March, Carlos. Democracia bipolar. Un aporte a las innovaciones para la democracia del siglo XXI. Ediciones Irradia. Página 53. Buenos Aires, Argentina. Julio de 2021.